lunes, 6 de junio de 2011

El Caballero Violeta.

Antes que nada tengo que decir que cuando escribí ésta historia, pues, tuve una OBVIA inspiración con el cuento de La Señorita Green de Guillermo Samperio.








Éste era un hombre común y corriente, como tú y como yo, que, sin saber, algún día se convertiría en un hombre violeta. Violeta por todos lados, incluso hasta donde sus ojos no alcanzarían a ver.

Todo empezó cuando él era un niño de 6 años y amaba el color rojo, quería todo rojo y siempre experimentaba con la escala de los rojos. Incluso una vez deseó ser más rojo que el mismo rojo.
Vestía camisetas rojas, pantalones rojos, zapatos rojos, calcetines rojos, ropa interior roja. Rojo por todos lados.

Un día, enlistándose para su primer día de escuela, al mirarse al espejo notó en su iris color gris que había un punto de su color menos preferido. Un punto color violeta.
No me comentó a nadie esperando que no lo notaran  y así fue.
Dejó de ver a las personas a los ojos, volteaba la mirada y todos pensaban que tenía pena, pensaban que era normal ya que el solo era un niño de 6 años que amaba el color rojo.

El punto color violeta no se iba y el niño fue creciendo al mismo tiempo que el punto también crecía hasta que el iris gris del niño se había tornado completamente violeta y fue entonces cuando notó que había un punto igual en su otro iris que antes no estaba. Y pasó lo mismo, su otro iris gris, con el paso del tiempo, se torno completamente violeta.

Hubo mucho dinero desperdiciado en doctores de todo tipo que no podrían hacer nada y no lo hicieron por el niño con los iris color violeta.
El niño creció, se convirtió en un joven y las manchas color violeta se esparcían por todo su cuerpo, luego en un adulto y su cuerpo ya era totalmente violeta. Violeta por todos lados, violeta hasta donde sus ojos no alcanzaron a ver.

Al menos el hubiera deseado ser rojo. Tan rojo como su color preferido, incluso mucho más rojo. Pero no.




Todos lo veían raro, porque ver a un hombre color violeta no era cosa de todos los días.
Con el tiempo, por su barrio, ganó el apodo de “El Caballero Violeta”.
“Buenas tardes, Caballero Violeta”, le decían las señoras al pasar.
Muchos niños lo se asustaban y huían, muchos otros se acercaban con tanta curiosidad y le preguntaban que qué sentía ser violeta.
“Nada, en realidad no es la gran cosa. Aunque en realidad, hubiera preferido ser rojo”. Siempre respondía lo mismo a la misma pregunta.

Un día llegó a sus oídos la historia de una mujer que era verde, tan verde como él era de violeta. Tan verde como las hojas de los árboles en una verde primavera. Y el que pensaba que era la única persona en el mundo de un solo color.

Una tarde fue a buscar a la mujer color verde,  o “La Señorita Green” como era mejor conocida.
Él fue a la casa de la señorita green y ella, al abrir la puerta, el caballero violeta vio una cascada de peces y la señorita green vio un dragón encantador.
El hombre violeta se acercó a la mujer verde y la mujer verde se acercó al hombre violeta.
Entonces, el dragón violeta voló hacia la cascada y de ahí se puso a jugar hasta que se dejó ir en la corriente de peces, luego cerraron la puerta.